BREVE HISTORIA SOBRE LOS ORÍGENES DE LA HERMANDAD DE LA HUMILDAD
De todos es conocida la vinculación que, desde la fundación de esta Hermandad ha existido entre sus miembros y la Orden Franciscana. En efecto, en las primitivas “Reglas, Ordenanzas o Constituciones que habrán de observar los cofrades de la Hermandad de Nuestro Padre y Señor de la Humildad y Paciencia que se venera en el convento de Nuestro Santo Padre San Francisco de esta villa de Marchena”, podemos leer, que tras haber sido encontrada la imagen del Señor durante los años de invasión francesa de principios del s. XIX, la sagrada imagen fue escondida en algún lugar “oscuro y nada decente a su representación, cual fue un inmundo pajar, conmovido de gozo y dolor todo el pueblo con tal feliz hallazgo”, para preservarla de los saqueos y tropelías cometidas por el ejército napoleónico, se procedió por un grupo de fieles, devotos y devotas a su limpieza y adecentamiento, para así compensar tanta humillación, “se retocó y adornó con un honesto sudario, y fue trasladado, de común acuerdo, y libremente donada al Convento de Nuestro Padre San Francisco de esta villa”, donde gracias a las limosnas de sus fieles, fue colocada en un Altar para su culto y adoración. De este modo, se nos demuestra que el primitivo lugar donde la imagen del Señor de la Humildad y Paciencia, después del largo período que había quedado olvidado en tan recóndito lugar, recibió culto en un altar de la Capilla de los PP. Franciscanos, hoy propiedad de la Hermandad de la Santa Vera Cruz. En esta misma capilla, quedó igualmente formalizada la Hermandad, pues tras la reunión que tuvo lugar el día 28 de Mayo de 1820 en la casa de un hermano se acordó que se formasen los estatutos que habrían de servir de Reglas de la incipiente Hermandad. El cometido de redactar dichas reglas fue encomendado a D. Tomás Galindo y Ponce, Presbítero y Cura Teniente de la Parroquia de San Miguel y al Padre Fray Juan de Torres, religioso del mencionado convento franciscano. Estas primeras Reglas fueron aprobadas por el Vicario Capitular del Arzobispado de Sevilla Dr. D. Francisco Xavier de Duton, el día 14 de febrero de 1821. En el capítulo primero de estas primitivas Reglas, se dispone y ordena en el nombre del Señor que todos los miércoles del año se exponga en Santísimo Sacramento en el Altar Mayor, “cuando hubiese fondos para ello y enseguida se rece una parte del Rosario, después se lea un punto de meditación sobre uno de los Pasos o Misterios de la Pasión de Nuestro Redentor, y acabado se tenga una hora de meditación, después una breve exhortación que se concluirá con las letanías de Nuestra Señora la Virgen Santísima pidiendo por la exaltación de nuestra Fe Católica, extirpación de las herejías, paz y concordia entre los Príncipes cristianos gobernantes”. “Así mismo, las hermanas podrán congregarse separadamente el sábado o lunes de cada semana en que tendrán los ejercicios de la Madre Antigua, como ya lo practican de antemano”. En este punto conviene hacer constar que esta Madre Antigua fue una religiosa del Convento de Santa Clara que vivió en el s. XVII. Sor María de la Antigua, tras una intensa vida espiritual murió en olor de santidad, dejando numerosos escritos cuya mística se encuentra a la altura de los de Santa Teresa de Jesús, destacando algunas cartas que escribió a San Juan de la Cruz. Autora de más de 1300 cuadernos de espiritual doctrina y de su obra más elocuente “Desengaño de religiosos y de almas que tratan de la virtud”. Del convento de Santa Clara emanaron los más dignos efluvios para filtrarse por el pensamiento de la clarisa y concentrarse en literatura espiritual. Los restos mortales de esta venerada monja se encuentran en el Convento de Franciscanas Clarisas de Santa María de la Mota, de la villa de Marchena. Al término del mencionado Primer Capítulo de las Reglas, se inserta una observación que remite a una nota redactada tras el Séptimo y último Capítulo, y de las firmas de los que acordaron las mismas, y cuyo texto dice: “Nota. También será obligación de estos Cofrades al sacar dicha Imagen acompañada de su Santísima Madre, bajo el título glorioso de Dolores todos los años el Jueves santo en la noche en modo de Vía Crucis, haciendo sus estaciones, y en la última que será en el convento de Religiosas Claras en donde se concluirá con un sermón manifestando la Pasión y Muerte de Nuestro Redentor Jesús”. La imagen de la Virgen de los Dolores que era llevada en procesión junto al Titular de la Hermandad, pertenecía a una comunidad servita, establecida en Marchena en el convento de San Francisco y dependiente de la congregación de siervos de María radicada en Carmona. Esta comunidad, cuyas reglas se aprobaron en Marzo de 1821, organizaba procesiones claustrales por el interior del convento en las festividades de la Natividad, la Anunciación, la Asunción, y el Viernes de Dolores, portando el Simpecado de la Virgen Dolorosa y rezando la corona. Sin embargo sus reglas no recogían la organización de una procesión de la Virgen en Semana Santa, disposición que sí aparecía en las Reglas de la Hermandad del Señor de la Humildad y Paciencia. La Hermandad radicó en el convento de los Padres Franciscanos hasta el año 1835 en el que la desamortización de Mendizábal promovió una situación difícil y comprometida para la nueva corporación, pues la salida de la Comunidad Franciscana de Marchena, hizo que el convento quedase completamente abandonado, y lo que fue peor aún destinado por los desamortizadores a uso particular incluido el propio templo. Debido a esta circunstancia, la Hermandad se trasladó al Convento de Franciscanas Clarisas de la calle Santa Clara, hecho que parece ser ocurrió en el año 1846, y donde fue acogida por la Comunidad de Religiosas con el mayor gozo, expresando grandes muestras de cariño a los que serían sus huéspedes durante 130 años. Ofrecieron un altar de la Iglesia de Santa Clara para el Señor de la Humildad y unas habitaciones del cenobio para guardar los enseres. En aquella época, podría resultar extraño que una Hermandad de penitencia fuese admitida en una residencia de religiosas de clausura, pero así ocurrió, y la Hermandad quedó allí establecida sin que jamás hubiese discrepancia alguna con la comunidad ni quejas que pudieran enturbiar las buenas relaciones y mutuas simpatías a lo largo de todo ese tiempo. En el viejo convento de San Francisco quedó la Virgen de los Dolores cuya propiedad había sido cedida a D. Lucas Fernández. Tras el hundimiento de S. Francisco, sus hijas, costearon el traslado de la Santísima Virgen y de su retablo a Santa Clara, donde nuevamente se unieron las Sagradas Imágenes en la Fe y la devoción de los Hermanos de la Humildad. Una vez afincada oficialmente en la Capilla del Convento de Santa Clara, la Virgen de los Dolores pasó a formar parte integrante y titular de la Hermandad quedando ésta bajo la advocación de “Nuestra Señora de los Dolores” y comunicada esta decisión a la Jerarquía Eclesiástica, adoptó el actual título: HERMANDAD DE NUESTRO PADRE Y SEÑOR DE LA HUMILDAD Y PACIENCIA Y NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES. Se conserva inmutable en nuestros días. Quedó establecida canónicamente en la Iglesia Conventual de Santa Clara, de la Villa de Marchena.
Bibliografía: Boletín nº 7, Mayo de 1995, “La Humildad”. Boletín nº 22, Noviembre de 2000, “La Humildad”. |